Arabia viene a por Lukébakio

El Sevilla, ese club acostumbrado a volar alto en Europa, atraviesa en estos meses una travesía por el desierto, y no hay agua en el oasis de la planificación si los de arriba no ponen en venta a sus piezas más valiosas. La economía aprieta y aprieta de verdad. Y cuando lo que aprieta no es el marcaje del rival, sino el balance de cuentas, toca mirar la plantilla y decidir: quién se queda, y más importante aún, quién se va.

Y en ese escaparate reluciente del Ramón Sánchez-Pizjuán, el nombre de Dodi Lukebakio brilla en letras de neón. El gigante belga de 1,87, zurdo, imponente, de apenas 27 años y con contrato atado hasta 2028, es la joya por la que más pujan desde fuera y sobre la que más presión ejerce un club que necesita liquidez como el agua en verano sevillano.

El entorno de Lukebakio no vive ajeno a la realidad. Ha sido -cifras en mano- uno de los hombres más importantes de la temporada: 39 partidos, 11 goles y 2 asistencias. El desborde y la pegada le han hecho imprescindible, pero el contexto invita a pensar en despedida. Ya el pasado invierno llegó el primer canto de sirena desde Arabia Saudí. Dodi lo rechazó. Prefirió quedarse en Sevilla, donde ha encontrado felicidad y minutos en un club que, entre alegrías y sinsabores, le abrió de par en par las puertas.

Pero el fútbol no entiende de sentimentalismos cuando hay que cuadrar las cuentas. Arabia ha vuelto a llamar, y esta vez con fuerza. Y no cualquier equipo: el Al-Qadsiah, un club decidido a rejuvenecer la plantilla, con Míchel González -sí, el mismo que dejó huella en el Sevilla como jugador- al mando, y una chequera lo suficientemente abultada como para poner sobre la mesa cerca de 40 millones de euros, el doble de su valor de mercado. No es calderilla, es un pastizal que haría palidecer a más de un director deportivo.

En los despachos del Sánchez-Pizjuán ya saben de qué va esto. Ya vendieron a Yassine Bono al Al Hilal por 21 millones de euros, y el influjo saudí cada vez es más evidente. Arabia Saudí se está convirtiendo en la caseta de feria con más luces del mercado: no solo abren la puerta a futbolistas veteranos, también quieren a jóvenes hambrientos, a futbolistas que todavía tienen piernas y sueños. Y ahí encaja Lukebakio como un guante.

La presión es máxima. Lukebakio sabe que el club necesita vender, el Al-Qadsiah aprieta y, esta vez, la propuesta no es solo una tentación económica, es una oportunidad irrechazable para todas las partes. El futbolista puede multiplicar su salario y probarse en un campeonato cada vez más mediático; el Sevilla podría hacer la mejor venta de su verano, y Míchel contaría con ese perfil que tanto pide: juventud, potencia, verticalidad.

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