El mercado veraniego, ese interminable carrusel de nombres, rumores y movimientos que hace palpitar el corazón de cualquier futbolero, ya calienta motores en la Liga. Y entre las historias que suben de temperatura, hay una que tiene pinta de serial andaluz con acento madrileño: la posible llegada de Rodrigo Riquelme al Real Betis. A estas alturas, hay actores que se apean y otros que pisan el acelerador. El que se baja es el Villarreal de Marcelino García Toral. El que pisa fuerte, el Betis de Pellegrini.
Lo confirmó el propio Marcelino. En Vila-real, tras firmar a un diamante como Moleiro y con Yéremy Pino en la nómina, fichar a Riquelme era, como diría el clásico, “más plantilla que vestuario”. El Villarreal sondeó, analizó y decidió: no hay hueco ni para el madrileño ni para el debate. Movimiento claro. El efecto dominó deja al Betis libre de rivales y con toda la banda para correr hacia el fichaje.
Empieza el culebrón en Heliópolis
El Betis ya se ha movido: quiere a Riquelme y, además, lo quiere de verdad. Hay negociaciones activas, con todos los ingredientes que gustan al aficionado: llamadas, reuniones y cifras bailando en la pizarra. Se habla de una horquilla de entre 8 y 12 millones de euros, acorde con el valor de mercado del extremo: 12 millones, ni más ni menos. La ecuación es sencilla, solo falta despejar una incógnita: antes debe salir algún extremo de la casa verdiblanca.
Sergi Canales, Abde, Luiz Henrique… muchos nombres en un vestuario donde nadie tiene la plaza garantizada. Pero si se libera espacio, en el Villamarín ya tienen hueco para los regates de Riquelme.
Riquelme, una salida desde la frustración rojiblanca
El madrileño, 25 años y contrato hasta 2028 en el Atlético de Madrid, ha vivido una campaña de más sombras que luces. Sólo 26 partidos este año entre Liga, Copa y Europa, y un solitario gol en la Copa del Rey. Titular fuera de posición, minutos con cuentagotas, y el sentimiento de estancamiento bajo la lupa exigente de Diego Pablo Simeone. Riquelme quiere minutos, protagonismo y, sobre todo, volver a sentirse futbolista.
Los ingredientes están servidos: el Atlético está abierto a escuchar ofertas, el Betis quiere y puede pagar, y el jugador piensa que en Sevilla tampoco se vive nada mal si el fútbol vuelve a premiar su talento.
Que nadie se despiste: fichar a Riquelme no es un capricho, es una declaración de intenciones. El Betis busca un salto de calidad, una chispa. Quiere verticalidad, ambición y juventud. Quiere a un extremo con hambre de revancha, listo para demostrarle a Simeone -y a toda la Liga- que tiene fútbol para aburrir.