El Betis, ese equipo capaz de ilusionar a una ciudad entera con fútbol de seda y corazón de acero, está a punto de rubricar una de las mayores ventas de su historia reciente. 24 millones de euros fijos más 6 en variables, de los cuales 3,5 millones parecen tan asequibles como un gol a puerta vacía. La operación, si las piezas encajan como esperan las partes, podría rozar los 30 millones. Dinero contante y sonante que entra limpio en las arcas verdiblancas, plusvalía pura, oxígeno financiero y palanca para seguir soñando en grande.
No es un día cualquiera para el beticismo. No se marcha cualquiera. El chico de oro de la cantera, el que levantó a Heliópolis de sus asientos, se despide rumbo al norte de Italia, a la orilla majestuosa del Lago Como. El Como 1907, club que quiere colarse en la élite del calcio, ha ido con todo. Y lo ha hecho porque su entrenador, Cesc Fàbregas, sabe bien lo que le puede dar Rodríguez. Fàbregas ha insistido, una y otra vez, con llamadas, mensajes y una convicción casi obstinada: Jesús tenía que ser suyo. El proyecto le seduce y el jugador, consciente del salto internacional y las nuevas oportunidades, ha decidido explorar ese horizonte azul que asoma en la Serie A.
La negociación, como siempre, tuvo sus tiempos muertos y sus trampas, pero se aceleró de verdad cuando Stefano Castagna, representante del jugador, pisó fuerte Sevilla con la única misión de rematar la jugada. Y la jugada, a falta de flecos, acabará con la firma del propio Jesús con el Como para las próximas cinco temporadas, hasta junio de 2030. La carta de libertad no la tiene nadie, pero la apuesta del club italiano va en serio. Contrato largo, compromiso total y un plan para dotarle de galones en el vestuario.
El Betis, que contaba con Jesús Rodríguez para la próxima campaña y fijó su cláusula en 50 millones, ha aceptado abrir la puerta motivado por el deseo del propio jugador. Era él quien pedía volar, crecer, buscar nuevos retos. En Heliópolis se marcha uno de los activos más codiciados, sí, pero también se asegura una cláusula inteligente: el 15% de una futura venta. O lo que es lo mismo, si Jesús se destapa en Italia y da el salto a un gigante europeo, el Betis volverá a pasar por caja.
¿Tristeza en la afición? La hay, es inevitable. Pero también orgullo. Porque Jesús Rodríguez es uno de los suyos y, cuando triunfe, será embajador verdiblanco allá donde juegue. El fútbol es presente, pero también futuro. Y el Betis, con esta venta, ha confirmado que sabe jugar ambas partidas.
Dinero fresco, trato justo, y el recuerdo imborrable de un chico del Barrio de la Macarena que supo conquistar el Benito Villamarín a golpe de diagonales imposibles y personalidad inagotable. Mucha suerte, Jesús.