Noah Darvich llegó al Barcelona con el brillo de los chicos elegidos, de esos que se esperan como agua de mayo en el césped de la cantera. Un talento alemán, puro, cocinado a fuego lento en las categorías inferiores de la Mannschaft y con galones de estrella juvenil en toda Europa. Dos temporadas después, la historia del futbolista en la Ciudad Condal se despide en silencio, sin alharacas, con la misma discreción con la que se fue diluyendo su esperanza de vestir con galones la camiseta del Barcelona.
El mediapunta, nacido en Freiburg, está a un paso de regresar a casa. El Stuttgart espera a Darvich con los brazos abiertos, decidido a apostar fuerte por un futbolista que, pese a sus vaivenes en España, sigue despertando susurros de admiración en Alemania. No es difícil entender por qué: sus actuaciones con la sub 19 alemana siguen teniendo duende, personalidad y magia. Allí, con su gente y su idioma, Darvich no se esconde, aprende y se crece. Fútbol tiene.
Pero, en Barcelona, la historia ha sido otra. Las expectativas se quedaron en los titulares, las cifras fueron un suspiro: 25 partidos, apenas 751 minutos y dos goles con el Barça Athletic. Los números, tan fríos como evidentes. El chico llegó en 2023 a golpe de talonario, dejando 2,5 millones de euros en las arcas del Friburgo. El Barça apostó, pero la ruleta se paró demasiado pronto. No fue ni promesa consolidada en el filial ni argumento seductor para el primer equipo. Hasta estuvo convocado en alguna ocasión, sí, pero la puerta grande nunca se abrió del todo.
Ahora, el club blaugrana busca, al menos, recuperar la inversión: pide exactamente lo mismo que pagó. Sabe que para lo demás —las plusvalías, el salto mediático, el “boom”— el tren ya ha pasado. El Stuttgart y sus negociadores quieren el fichaje limpio, sin cláusulas envenenadas, ni recompra, ni opciones ni porcentajes de futura venta. Se acabó el romanticismo: esto va sólo de números y de cerrar un capítulo.
Para el Barça, no hay drama. Darvich tiene contrato hasta 2026, pero su protagonismo es tan residual que en el club facilitan su salida, conscientes de que el tren de la Masía no espera a nadie. Las historias de promesas que se diluyen en la fábrica azulgrana podrían llenar una biblioteca: por cada Messi, un puñado de Darvich, de chicos que eran y no llegaron a ser.