El fichaje de Laporte es prioritario para el Athletic Club

Hay algo en el Athletic Club que cuando llama, se escucha distinto. Más profundo, más grave, más auténtico. Esta vez, la llamada lleva nombre y apellido: Aymeric Laporte. El central de Agen se ha convertido en la obsesión rojiblanca, el objetivo que persigue la dirección deportiva como si les fuera la vida en ello. Y no es para menos.

La próxima temporada será histórica en Bilbao. El Athletic, de la mano de Ernesto Valverde, prepara el asalto a la Champions League, ese viejo anhelo que volverá a teñirse de zurigorri en Europa. Pero la máxima élite exige músculo, experiencia y liderazgo. El míster ha sido rotundo: hay que traer a Laporte, como sea. Él es el hombre, la roca, el alma de la zaga que Valverde necesita. Nada de medias tintas. Su petición en Ibaigane resuena con la fuerza de los que saben lo que se juegan.

Laporte escucha Bilbao. Y algo le remueve. Han sido dos años en el Al-Nassr, donde el defensa se ha convertido en pieza básica e inamovible. 30 partidos disputados, 5 goles, jerarquía y títulos bajo el sol saudí, pero esa sensación de vacío deportivo que no consiguen llenar los petrodólares. Le queda contrato hasta 2026, sí, pero el defensa ya ha hecho llegar su mensaje: quiere volver. El club saudí, sin grandes retos ya por alcanzar y consciente de las circunstancias del jugador, podría allanar su salida. Saben que Laporte no mira al este, mira al norte, en busca de la catedral y del txistu.

El Athletic ya ha movido ficha. Le ha llamado, le ha transmitido el deseo, ese tipo de negociaciones que en Bilbao se hacen mirándose a los ojos. Ahora todo gira en torno al Al-Nassr y el precio del regreso. 15 millones de euros es el valor, pero en la cabeza de los leones esta cifra se relativiza, porque lo que aporta Laporte no tiene etiqueta de supermercado, es mucho más que músculo y goles.

Hay también otro factor determinante. Laporte tiene la brújula sintonizada en el Mundial 2026. Desde la Federación lo saben: para seguir siendo un central de referencia en la Roja, necesita competir en Europa, medirse a los mejores, permanecer en el escaparate que ofrece San Mamés y la Champions. Ya lo ha hablado su entorno más cercano. Por eso, está dispuesto a sacrificar parte de su salario. Ojo con esto. Porque en un fútbol donde la palabra renuncia casi siempre va ligada a discursos banquillo-vestuario, Laporte está dispuesto a dejarse dinero por el camino con tal de volver a donde siente que es su sitio.

En Bilbao lo esperan como ese hijo pródigo que nunca debió marcharse. Su nombre encaja en las alineaciones a la primera, como esos cromos que no necesitan ser intercambiados. Valverde le quiere, la afición lo desea y Europa le espera. Solo falta el OK definitivo para que la historia tenga su final feliz.

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