Oficial: El Real Betis ficha a Riquelme

En Heliópolis hay ilusión. De esa que casi se palpa en el ambiente, como si al cruzar el Puente de Triana el aire fuese más ligero, más eléctrico. Esa sensación lleva nombre y apellidos: Rodrigo Riquelme. El Betis se arma hasta los dientes en la ofensiva y suma, por fin, al ‘chico maravilla’ rojiblanco a la causa de Pellegrini. Un fichaje que no es sólo fichaje, es apuesta, es declaración de intenciones y es, por qué no decirlo, un guiño directo a una grada que quiere verse en la pelea grande.

El ex del Atlético de Madrid aterriza en el Villamarín como la gran respuesta a la baja de Jesús Rodríguez. Cinco temporadas comprometido, ocho millones de euros por el 50% de sus derechos y ese olor a negocio moderno que tanto le gusta a los despachos del fútbol: propiedad compartida, como en el Monopoly, y futuro todavía por decidir entre dos sedes. El Atleti, sabedor de que aquí hay talento para rato, se guarda la opción de recomprar el 50% restante el próximo verano y, quién sabe, frotarse las manos si un día una venta mayor revienta la banca.

Pero el asunto no va sólo de porcentajes ni de cláusulas con letra pequeña. Riquelme llega con hambre de minutos y de estabilidad, tras una temporada a la sombra de Simeone donde le fue costando encontrar sitio en el once. Ahora, bajo la tutela de un Manuel Pellegrini que sabe cómo mimar y explotar a los futbolistas creativos, busca convertir su llegada en milenaria sevillana de desborde, profundidad y polivalencia.

Riquelme, sin disfraz ni dobleces, es un jugador de banda con corazón valiente. Su nombre sonaba hace tiempo en las tertulias de fichajes verdiblancas, siempre adornado con la coletilla del ‘futbolista que marca diferencias’. La banda izquierda será su jardín predilecto, pero este chico “cuadro” lo mismo aparece por dentro, que te desarma en la derecha si el juego lo pide. Y lo que pide el Betis no es poco: chispa, desequilibrio, aire fresco para un ataque que busca más fuegos de artificio, y que no descarta nuevas caras (Antony, el pretendido, sigue en la órbita; el nueve, también).

La apuesta es clara: un Betis que ya no se conforma con mirar desde lejos, sino que quiere sentarse en la mesa grande, sacar pecho, abrir el tarro de las esencias y soñar con las competiciones europeas como el que se toma un buen café al sol. Los de Pellegrini arman artillería y Rodrigo Riquelme es ahora punta de lanza, bandera de un estilo y carta de presentación de un proyecto que, esta vez sí, apunta alto.

En el Villamarín, la parroquia ya se frota las manos. Riquelme llega con la responsabilidad de llenar el vacío de Jesús Rodríguez y con la promesa de que, con minutos y confianza, es capaz de agitar cualquier partido con un quiebro, un regate imposible, ese duende que sólo tienen los elegidos. Un futbolista para disfrutarlo.

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