El Arsenal lo ha vuelto a hacer. Ha cerrado el fichaje de Kepa Arrizabalaga, guardameta internacional español, por poco más de cinco millones de euros. Papel y boli, apunten la cifra, porque esta es una operación de esas que marcan una temporada.
La historia es sencilla de contar y difícil de igualar. El club ‘gunner’, con los deberes hechos a tiempo y el radar bien calibrado, buscaba una alternativa a su línea de portería. Todo apuntaba a Joan García, el guardián del Espanyol, pero la irrupción del Barcelona en la jugada cambió las piezas del tablero. Hoy por ti, mañana por mí; García puso rumbo al Camp Nou y el Arsenal viró de objetivo. Ni cortos ni perezosos levantaron el teléfono y pensaron en grande. Apostaron por un portero de jerarquía internacional, acostumbrado a la presión de la Premier y con galones de sobra para avivar la competencia en el Emirates. Todos los caminos llevaban a Kepa.
Papeles firmados, operación cerrada. El anuncio es cuestión de horas, pero el acuerdo ya es total. Mientras la burocracia da sus últimos coletazos, el vestuario ‘gunner’ ya espera a su nuevo inquilino bajo palos: Kepa, el portero que este año se ha reivindicado bajo la meta del Bournemouth, acumulando 35 partidos y firmando 9 porterías a cero. Un salto de calidad y de solvencia para un equipo empeñado en volver a beber en la fuente de los títulos.
El Chelsea, propietario de sus derechos, ya tenía claro que no podía ni debía retenerlo. Tras una temporada completa en el sur de Inglaterra y con solo un año de contrato por delante, la oportunidad era de oro para todas las partes. El Bournemouth apretó para retenerle, pero la determinación de Kepa fue clara: su destino estaba en el Arsenal. Un gigante en reconstrucción, una afición hambrienta y una plantilla que sueña con tutear a los grandes de Europa.
La llegada de Kepa no es solo una cuestión de refuerzo. Es una apuesta seria por la experiencia, el carácter y la competencia interna, esa misma que Mikel Arteta sabe que te da y te quita partidos grandes. David Raya seguirá de titular, pero sentirá el aliento en el cogote. Esa presión buena, la del compañero que no te deja dormirte en los laureles. La del meta que, si le toca ponerse los guantes de inicio, no tiene vértigo ni a Old Trafford, ni a Anfield Road, ni a Stamford Bridge.