Dos equipos de la Premier vienen a por Mosquera

Se viven tiempos de decisiones cruciales en Mestalla. Entre el rumor constante, los ecos de la reforma en los despachos y la espera de un verano que amenaza con ser tan caliente como la arena de la Malvarrosa, hay un nombre propio escrito con letras grandes y mayúsculas: Cristhian Mosquera. La joya defensiva del Valencia CF, el central llamado a liderar el presente y el futuro del club, está en el centro de todos los focos. Y no es para menos.

Mosquera, a sus 20 años y con 1,91 metros de poderío físico, ha dejado claro que es mucho más que un producto de la cantera. Es, con diferencia, una de las sensaciones de LaLiga. Cuando juega, lo notas. Cuando no está, su ausencia pesa como una losa en la retaguardia valencianista. Un central que va sobrado en lo físico, impone en lo aéreo y tiene esa tranquilidad de los veteranos cuando la pelota quema. Y, lo más importante, con un margen de mejora enorme y ganas de seguir creciendo con el escudo del murciélago en el pecho.

Pero la situación contractual es, sinceramente, la preocupación de todos en el entorno ché. Mosquera entra en su último año de contrato y, aunque el Valencia repite una y otra vez su intención de renovarle y hacerle protagonista del proyecto, la realidad es que el tiempo apremia. Mosquera espera algo más que buenas palabras: reclama ser valorado, ser tratado como lo que es, un fijo indiscutible y uno de los activos más codiciados del equipo. Su gente lo sabe: si él no se siente cuidado, otros sabrán tentarle.

Y aquí es donde entra el peligro. Porque Mosquera gusta, y mucho, fuera de Mestalla. Real Madrid ha apuntado su nombre en la agenda y desde la Premier hay colosos que han mostrado su interés. Crystal Palace y Bournemouth no esconden su deseo de pescar en río revuelto, conscientes de que este chico colombiano, cotizado en 30 millones de euros, puede quedar libre de negociar en enero de 2025 si no renueva antes. Para el Palace, Mosquera es el deseado para suplir nada menos que a Marc Guehi si sale este verano. Palabras mayores, propuestas suculentas y la tentación, acechando.

En el pulso entre la urgencia y la planificación, el horizonte de julio será definitivo. Será entonces, cuando termine el Europeo sub 21 y con la llegada a pleno rendimiento de Ron Gourlay como nuevo CEO, cuando el Valencia deberá tomar la decisión de club grande: renovar, convencer y blindar a Mosquera o correr el riesgo de ver cómo su central de presente y futuro se marcha por la puerta de atrás, tentado por proyectos ambiciosos y chequeras boyantes.

El valencianismo lo sabe, y lo sufre. Mosquera es mucho más que un central formado en Paterna. Es la esperanza que ilusiona, el espejo en el que se miran los chavales de la cantera y la base sobre la que construir la defensa de un club obligado a reinventarse cada temporada. No se trata sólo de dinero ni de mercado. Se trata del alma y del sentimiento de un equipo que necesita volver a creer en sus héroes.

Renovarle ya no es un deseo, es una obligación. Porque perder a Mosquera sería mucho más que un fallo en la estructura: sería un golpe al corazón del futuro valencianista. Mosquera espera. El Valencia decide. La afición, mientras tanto, aguanta la respiración. Porque hay diamantes que no pueden dejar escapar. Y Mosquera está llamado a brillar en Mestalla.

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