Dicen que el verano es ese momento en el que los sueños, el dinero y los traspasos bailan juntos en la misma pista. Y en ese vals frenético de rumores, certezas, llamadas y filtraciones, la historia de Juan Cruz se convierte en uno de esos relatos que no pasan desapercibidos. Porque cuando se junta el talento, el hambre y la oportunidad, siempre hay alguien al acecho. Y ese alguien, esta vez, es Osasuna.
A sus 25 años y con 1,80 metros de envergadura, Juan Cruz ha sido –y de qué forma– una de las sensaciones de la temporada en Butarque. No es casualidad. El Lega, que apostó fuerte por él el pasado verano pagando un millón al Betis, lo vio como un proyecto de realidad y no de futuro. Y el chaval no ha defraudado: 39 partidos, 8 goles, 5 asistencias, y el aroma constante de ser determinante cuando más se arremolinaba el miedo en el área rival.
No hay que tener una bola de cristal para saber lo que pasará cuando un futbolista así está en el escaparate y con las maletas medio preparadas. Valorado en 5 millones de euros, Cruz tiene contrato blindado hasta 2028 con el Leganés, pero el fútbol es una tómbola y los cantos de sirena no cesan. Quiere volar alto, mirar de tú a tú a los grandes, y la Primera División es un caramelo que queda demasiado cerca como para ignorarlo.
El Rayo Vallecano, rápido como acostumbra, se movió antes que nadie. Para muchos, lo de Juan Cruz y el Rayo ya estaba hecho. Palabra dada, contrato apalabrado y las cartas boca arriba. Pero aquí llega la entrada dura, la que cambia el guion del partido: Osasuna aparece, toca a la puerta y pone sobre la mesa una oferta lo suficientemente seria como para hacerle dudar. Pamplona no es Vallecas, ni falta que le hace. Su proyecto es sólido, su apuesta por gente con personalidad y fútbol en las botas, un sello de garantía. Y claro, a Juan Cruz le tiembla el pulso ante la posibilidad de sumar su nombre a la lista de gladiadores rojillos que han escrito páginas doradas en El Sadar.
Pero en esta partida no solo juegan Osasuna y Rayo. El Betis, desde la barrera, espera su parte del botín: un 40% de cualquier traspaso. Por cada euro que caiga, casi la mitad irá de vuelta a Heliópolis. Movimiento redondo para los verdiblancos, que levantaron a Cruz de la cantera y ahora ven cómo su fructífero cultivo da sus frutos.