Ivan Perisic: Un opción low-cost para la delantera del Barcelona

Agárrense que vienen curvas. En la montaña rusa de rumores, fichajes y cortinas de humo que cada verano arde en Barcelona, hay historias que, de partida, suenan a parche y acaban oliendo a bendición. Ivan Perisic, el croata incombustible, amenaza con ser la próxima ‘jugada maestra’ del Barça en el mercado de gangas. Y ojo, porque en el vestuario azulgrana, su nombre no suena a retal, sino a oportunidad con mayúsculas.

Después de una temporada con el PSV donde ha destrozado los tópicos de la edad con 16 goles y 11 asistencias, Perisic vuelve a entrar en la órbita blaugrana. Tiene 36 años, pero juega como un chaval de 25. Se machaca en cada partido, no baja la intensidad y, lo más importante: no se le olvida la portería ni aunque le tapen los ojos. Un tipo que, encima, aterrizaría gratis al Camp Nou porque queda libre el 30 de junio. ¿Dónde hay que firmar?

La ecuación es sencilla: la banda derecha necesita un pulmón, una chispa, una alternativa fiable que no sobrecargue a Lamine Yamal, ese diamante descarado que pide descanso de vez en cuando. Mientras el Barça busca a Luis Díaz para que agite la banda izquierda, Perisic encajaría como anillo al dedo en el flanco opuesto. Además, la remodelación de Ferran Torres en delantero centro –donde hará dupla con Lewandowski– deja despoblado ese costado donde el croata puede reinar.

No sólo es el precio (low-cost y salario ajustado, ideal para los quebraderos de cabeza del famoso fair play financiero), ni sólo es la polivalencia (puede jugar de extremo derecho, delantero centro, e incluso ayudar de lateral). Hansi Flick se lo conoce al dedillo. Coincidieron en el Bayern, compartieron vestuario y gloria, firmando juntos un sextete imborrable. Si Flick levanta el teléfono y Perisic le coge la llamada, la negociación es cuestión de minutos.

Barcelona necesita experiencia, garra, gente con cicatrices y carácter para guiar a una generación que tiene hambre, pero le falta la dureza del que ya vio de todo. El croata, con tanto recorrido por media Europa, sería el espejo perfecto. No le pesan los retos, no se arruga ante la presión y está dispuesto a vestirse de azulgrana aunque sea sólo una temporada, saboreando el último gran baile de su carrera.

Perisic no llega para ser el nuevo Messi, viene a sumar, a tirar del carro cuando toque apretar los dientes y a demostrar que, si el talento nunca caduca, la ilusión tampoco. El Barça, sumido en la necesidad de cuadrar cuentas y reforzar el grupo sin hipotecar el futuro, puede encontrar en él a ese veterano que da aire, luz y, sobre todo, goles cuando más falta hacen.

Esto no va sólo de fichajes. Va de presente, de escuchar al míster que pide experiencia y de captar futbolistas con alma de equipo. Perisic es eso: un ganador low-cost, un parche de oro, un peón valioso en medio del tablero. Si llega, que nadie le mire el carnet de identidad. Porque el fútbol, si algo enseña, es que la juventud no siempre se mide en años, sino en piernas y, sobre todo, en hambre de títulos.

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