En París han aprendido a proteger sus tesoros mejor que nadie. Y entre esos tesoros, Bradley Barcola brilla con luz propia. El Bayern Múnich intenta asomar la cabeza, lanza redes en busca de un refuerzo por la izquierda… Pero Luis Enrique fue tajante, con voz clara y convicción asturiana: “Barcola no se mueve”. Hay trenes, algunos lujosos, que pasan solo una vez; pero hay clubes, como el PSG, que no venden sus diamantes ni por todo el oro de Baviera.
Barcola no es un cualquiera. Con solo 22 años y formado en la cantera del Olympique de Lyon, se ha convertido en uno de los jugadores más codiciados de Europa. Su valor de mercado ya roza los 70 millones de euros, y el PSG no solo quiere retenerlo, sino también blindarlo: el club iniciará conversaciones para extender su contrato, que ya corre hasta 2028. Un mensaje alto y claro: en el Parque de los Príncipes no se negocia el futuro de sus pilares.
Lo cierto es que Barcola no lo ha tenido todo de cara esta temporada. El brillo de Kvaratskhelia, Dembelé y Doue le apartó del protagonismo durante la Champions 24-25, pero los grandes siempre vuelven. Prueba de ello, los 90 minutos que disputó ante el Inter Miami en el Mundial de Clubes, liderando la victoria parisina en octavos y demostrando que, cuando la bola quema, él pide el balón.
En el PSG conocen el valor de los números y Barcola los tiene de crack total: 61 partidos esta campaña, nada menos que 21 goles y 19 asistencias. Para muchos, uno de los mejores extremos izquierdos del planeta, capaz de cambiar cualquier partido con esa zancada de galgo y la sangre fría de los elegidos.
El sorteo ha querido que PSG y Bayern crucen sus caminos en los cuartos de final del Mundial de Clubes. Los alemanes, con la chequera afilada, miran a Barcola como si fuera la pieza que les falta en el puzle. Pero Luis Enrique lo deja claro: “Confiamos en él, queremos que esté muchos años aquí”. Hay futbolistas que se venden; hay otros, como Barcola, en los que simplemente no se toca el precio. París sabe lo que tiene y no está dispuesto a regalarlo.