Hay amores que no entienden de cláusulas, ni de cheques al portador, ni de carteras rebosantes. Hay relaciones que se cuecen a fuego lento, en arraigo, en cariño, en confianza plena. Y hay futbolistas, como Nico Williams, que son un tesoro de San Mamés, una joya zurda con la velocidad y el descaro suficientes como para dejar boquiabierto a cualquier defensa y hacer suspirar a media Europa. Y en este rocambolesco y ajetreado mercado veraniego, el nombre del ‘11’ del Athletic vuelve a sonar en las oficinas de los grandes del continente… y no precisamente como una cantinela lejana.
Chelsea y Arsenal le quieren. Le desean, le cortejan y están dispuestos a tirar la casa por la ventana. En Londres consideran a Nico Williams una “prioridad absoluta”. Se dice pronto, pero cuando dos clubes con infinitos recursos económicos te ponen en su diana, algo muy grande has debido hacer. Y Nico ha hecho mucho y bien: 80 partidos oficiales en las dos últimas temporadas, 17 goles, 20 asistencias y la sensación de que es ese tipo de futbolista diferente que está tocado por una varita.
Dicen que los blues y los gunners están dispuestos a todo, que ni los 65 millones de cláusula de rescisión van a ser obstáculo. Hay manos ansiosas buscando bolígrafos en el barrio de Stamford Bridge y en el norte de Londres, listas para firmar el talonario. Pero, de momento, ni giro, ni ‘tamudazo’, ni clavos ardiendo: la operación está atascada. ¿Por qué? Porque Nico Williams, a sus 22 años, no ha dado el visto bueno. Porque en Bilbao se siente como en casa, valorado, arropado. Porque su familia y su entorno prefieren la tranquilidad, el calor de la afición rojiblanca y el papel protagonista que ha conseguido ganar a pulso. No es cuestión de dinero, al menos no solo. Es cuestión de identidad, de estabilidad, de saber que en San Mamés eres algo más que un número en la pizarra.
Pero el mercado tiene sus propias reglas. El pulso no está resuelto y un genio como Nico siempre atrae nuevas ofertas, guiños tentadores e historias por escribir. Su futuro, como el humo, baila caprichoso, esperando el movimiento adecuado. Porque en Inglaterra tienen munición de sobra para convencer al Athletic… y, por supuesto, al propio futbolista. Sin embargo, hay un último ingrediente en esta receta: Nico, pese a que mira de reojo la Premier, ese campeonato que encandila por su competitividad y su brillo mediático, está dispuesto a esperar al FC Barcelona.
Y ahí sí que el corazón puede ser juez y parte: su gran sueño, cuentan en Lezama, es enfundarse la azulgrana y, sobre todo, brillar en el Camp Nou junto a su gran amigo Lamine Yamal. Amigos dentro y fuera, socios en la selección, una dupla llamada a hacer historia. Por eso, Nico aguarda. Por eso, antes de poner rumbo a Londres, quiere dejar una puerta entornada hacia la Ciudad Condal.
Así están las cosas: dos gigantes ingleses con la billetera suelta, un jugador de futuro dorado, un Athletic que sabe lo que tiene y que se resiste a perder a su nueva bandera, y un Barça que acecha, esperando su momento. El mercado dirá, pero una cosa está clara: el destino de Nico Williams sigue siendo uno de los grandes misterios del verano. Bilbao le abraza, Europa le reclama. Y el chico del zurdazo mortal, sonrisa fácil y carácter de hierro, sigue jugando la partida a su ritmo, como ha hecho siempre. Como hacen los que tienen clase de verdad.